José Encontrando A Sus Hermanos
¿Ve cómo podemos descansar en Su Palabra? No importa que tan
duro sople la tormenta, o que sea contrario a ella, descanse
solemnemente en Su Palabra. Dios, -El que ha visto el otro lado
de la tormenta lo dijo. Si está enfermo, lleve su alma al Cielo de
Descanso; si está perplejo y apurado, recuerde que El dijo:
“Estaré con vosotros siempre hasta el fin del mundo.” Y “Todas
las cosas sirven para bien a los que aman al Señor.” Sólo
permanezca allí.
Un poeta escribió: “Mi ancla está detrás del velo.” ¿Qué es un
velo? Algo que separa esto de aquello. Y el ancla dentro del velo,
Ud. no la ve cómo está, pero Ud. sabe que hay algo que lo
sostiene a Ud., que se tiene de donde agarrarse allá arriba.
Y cuando en el mar hay viento y tormenta, alguna vez… Yo creo
que algunos de Uds. no han tenido el privilegio de ver un barco
anclado. ¡Oh! He navegado en ellos cuando tiran el ancla como
de este ancho, hasta que el barquito no puede ni subir la ola. Pasa
a través de la ola, pero mientras se agarre el ancla, eso es lo que
hace toda la diferencia. Dondequiera que vayamos, debajo,
alrededor, o a través, no importa, el ancla se sostiene. Así es
también cuando la tormenta de la vida comienza a agitarnos,
quizás vayamos a través, debajo, o arriba. Sólo deje que el ancla
se atore dentro del velo. A lo invisible, no sabemos exactamente
dónde está, pero así se sostiene.
Como el niñito que tenía el papalote. Uds. han oído la vieja
historia, le dijeron: “¿Cómo sabes que un papalote está al final
del hilo? Dijo: “Porque aún puedo sentir que está jalando.” Así es
esto, si podemos sentir que todavía nos jala, Dios lidia con
nuestros corazones. Entonces sabemos que nuestra ancla nos
sostiene aún.
Creo que fue Benjamín Franklin, el que puso el rayo en la
bombilla, quien guardó el relámpago, la electricidad, algo en él
dijo: “Hay un poder en eso, y ese poder puede almacenarse.” Y si
eso es poderoso, para golpear las calles, incendiar el bosque,
abrir el suelo. ¿Qué si estuviera almacenado? Iluminará, y
golpeará toda la tierra. Y creo que Benjamín Franklin pescaba
con su caña, con una llave atada al extremo, y una botella al
fondo. Y cuando lo obtuvo, no sabía realmente lo que tenía, pero
empezó a gritar: “¡Lo tengo, lo tengo!” El no sabía que era, ni
que iba a hacer con eso, pero sabía que tenía algo.
lunes, 25 de noviembre de 2013
14:03
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