A menudo ha parecido estar dentro de la sabiduría de Dios, que Sus vasos escogidos hayan sido ordenados a vivir sus vidas tempranas en circunstancias de sufrimiento, y en algunos casos pobreza extrema. Algunas veces se les ha permitido probar profundamente de la copa de la tristeza. Nadie sabe como sentir por otro en tribulación o aflicción a no ser que él mismo haya pasado por pruebas similares. Rara vez ha sido el caso que aquellos que han recibido un llamamiento extraordinario de Dios han sido criados en hogares de ricos, o han venido de familias aristocráticas. El Salvador mismo tuvo un pesebre como cuna. El día octavo, tiempo para El ser circuncidado, la familia podía difícilmente costear tórtolas para el sacrificio, las cuales eran ofrecidas solamente si los padres eran demasiado pobres para comprar un cordero. (Levítico 12:8) Críticos durante el ministerio de Cristo cuestionaron la autoridad de Su precursor, Juan el Bautista, por aparecer en tan rudo atuendo, y su predicación era ruda, careciendo de lo pulido y del estilo de las escuelas eclesiásticas de aprendizaje en su día. Pero Jesús dijo de Juan que ninguno nacido de mujer era mayor que él. Y El les preguntó de una manera muy directa: “O ¿qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que llevan vestiduras delicadas, en las casas de los reyes están”. En otras palabras el Señor les estaba mostrando que ellos no debían buscar que profetas de la estatura de Juan surgieran de un medioambiente donde habían sido mimados y resguardados de las presiones de la vida. Humildad y firmeza de carácter se desarrollan mejor entre la dura vida que resulta de los sufrimientos y la pobreza. Pero ahora debemos permitirle al Hermano Branham contar algo acerca de su hogar, sus días como niño, y la lucha de su padre contra la pobreza. |
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