William Branham Un Hombre
Enviado De Dios.
(En esta fotografía es ayudado a sostenerse en pié, debilitado por el esfuerzo de orar por tantos enfermos y el discernimiento por El Espirítu.)
En Colaboración Con William Branham.
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La historia de la vida de William Branham es tan fuera de este mundo y tan alejada de lo común que si no fuera por un número sin fin de pruebas infalibles que documentan y confirman su autenticidad, uno bien podría ser perdonado al considerarla exagerada e increíble. No obstante, los hechos son tan generalmente conocidos y de tal índole que pueden fácilmente ser verificados por cualquier investigador sincero. Y por esto deben permanecer a modo de confirmación de la disposición de Dios y de Su propósito de revelarse nuevamente a los hombres como una vez lo hizo en los días de los profetas y apóstoles. La historia de la vida de este profeta — pues él en verdad es un profeta, aunque no es frecuente que usamos ese término— verdaderamente nos hace testigos del hecho que los días Bíblicos están aquí de nuevo. | |||
El
escritor es muy consciente de su propia insuficiencia en habilidad
literaria para adecuadamente describir y narrar la historia de este gran
ministerio. No obstante, él es ayudado considerablemente en que gran
parte de lo narrado ha sido relatado en las palabras del mismo Hermano
Branham, y también por algunos otros que han estado asociados en este
ministerio. El estilo claro y simple del Reverendo Branham posee su
propio atractivo, y siendo que él mismo no se jacta de ventajas
culturales, este estilo, aunque a veces rudo, es siempre dramático y
tiene su propio distintivo. Conocer al Hermano Branham es amarlo. Su naturaleza es tierna y amable y su sensibilidad reacciona profundamente al sufrimiento y dolor de los demás. Tan grande ha sido su compasión por los enfermos y afligidos, que le perjudicó su propia salud, al orar durante largas horas por interminables filas de enfermos. Por un tiempo él cargó, como se podría decir, sobre sus frágiles hombros el peso de un mundo en sufrimiento, hasta que Dios le dio a conocer que esta responsabilidad debía ser compartida con otros. Desde que él ha regresado al campo, ha sido complaciente a las peticiones de aquellos que laboran juntamente con él de conservar sus fuerzas, y de no ir más allá de lo que su constitución le permite. Sanidad Divina no hace al hombre inmortal en esta vida, y aun Jesús sufrió la carga del agotamiento. |
Es cierto que el Hermano Branham vive en un mundo diferente al del Cristiano común. En los asuntos de este mundo es sabido que él no es sofisticado y no está preparado para igualarse en ingenio con aquellos que a menudo procuran aprovecharse de él en formas egoístas y sutiles. Por otro lado, en ese mundo en el que él verdaderamente vive, sus sentidos espirituales han sido vivificados al grado que le han permitido avanzar más en Dios, y le han causado ser más consciente de las realidades celestiales que quizás cualquier hombre ahora vivo. Es esta asombrosa sensibilidad espiritual la que ha causado que su ministerio sea tan revolucionario. El realmente no trae ninguna doctrina nueva a la iglesia, sino más bien una revelación fresca de la realidad del poder de Dios y una indispensable verdad de lo milagroso en las Escrituras. |
Juntamente con esta perspicacia espiritual existe otra característica de su ministerio, la cual le hace ser tan intensamente amado por las multitudes que lo escuchan — es su humildad tan sencilla. Nadie sufre celos a raíz del éxito del hombre bajito que por muchos años peleó una invencible batalla con la vida — que por mucha de su vida no ha conocido sino las punzadas de la pobreza, tiempos difíciles y una abrumadora tristeza; un hombre al que le ha sido arrebatado hasta lo básico en la vida, al punto de su propia alma quedar desnuda, y pareciera que el cielo mismo había conspirado contra él. Podemos agradecerle a Dios por la restitución de la Providencia Divina que le ha sido concedida desde entonces, y regocijarnos con él en sus victorias. Quizás en el ministerio de ningún otro hombre ha sido la muerte en esta vida tan enfáticamente simbolizada; esto, por supuesto, con el propósito que Dios pueda mostrarle a Su pueblo, lo nuevo o la vida en resurrección. El Hermano Branham reconoce plenamente sus limitaciones, y con frecuencia se disculpa ante su audiencia por su falta de calificaciones culturales. Con toda sinceridad él narra acerca de su humilde origen, acerca de su larga lucha con la pobreza. No hay pretensiones. Sólo al tratarse de su propio llamado es que no hay dudas ni titubeos. Es acerca de esto que él debe hablar para cumplir la comisión que le ha sido dada. Su mensaje y el ejercicio de su don deben ser dados a conocer al mundo. Cuando es cuestión de considerar puntos doctrinales, es un asunto muy distinto. El mismo no se considera un teólogo ni un árbitro entre controversias teológicas. A pesar de su gran influencia sobre las multitudes, él no presta esa influencia para forzar su posición en cuanto a puntos doctrinales. Algunos, sin autorización, han intentado usar su nombre como medio para promover sus propios puntos de vista. El se ha visto forzado a de una manera amable pero siempre firme, a repudiar tales intentos. Su misión es de unir al pueblo de Dios, no en dividirlo más a raíz de controversia doctrinal. “El conocimiento envanece, pero el amor edifica”. |
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